sexta-feira, 12 de dezembro de 2014

Lejanías... uno más...

COLAPSO

María reza mientras maneja… un ojo en el marcador de nivel de combustible, el otro en la ruta en donde muchos coches están parados en la vereda y personas caminan o intentan hacer que paren los pocos automóviles que cruzan en disparada. Aprieta el pie en el acelerador y ruega a Dios para que no permita que atropelle a ningún desesperado… si ella también se siente así, desesperada…
Vive una pesadilla  que empezó cuando se despertó después del largo feriado de Carnaval… Sigue rezando mientras trata de ordenar sus ideas, tiene miedo de enloquecer, por eso revisa mentalmente todo lo que paso…
Había decidido aprovechar el feriado para descansar… dormir tras tomar alguna pastilla… en los últimos tiempos andaba cansada, estresada, y un descanso largo podría ayudarla… El viernes al llegar de su trabajo, hiciera una merienda, se bañara sin apuro, tomara las píldoras y se durmiera profundamente… se había despertado algunas veces, iba al baño, tomaba agua, comía una fruta, galletitas, yogurt… no se diera cuenta del tiempo que pasara… hasta que de repente le pareció que ya había dormido lo suficiente… piensa en bañarse, pero no hay agua…mira al celular, sin servicio… prende la tele, no hay señal…va hacia el living y pone el teléfono al oído… un ruido le avisa que no hay línea disponible…
Se acerca a la ventana y ve que abajo hay un bochinche, mucha gente caminando de un lado al otro y hablando… decide bajar para ver qué está pasando… está en el décimo quinto piso… y el ascensor tampoco funciona, no hay electricidad… baja por las escaleras, llega a la vereda exhausta… las puertas de los predios están abiertas, no hay porteros, todo le parece abandonado, caótico… intenta hablar con las personas en la calle, pero están tan desatinados que las palabras no hacen el menor sentido… ¿o será que ella es que ha enloquecido?     
Camina, como todos los demás, sin destino, y cada vez se siente más confusa… las puertas del mercado abiertas, muchas mercaderías desparramadas, embalajes rotos, pisoteados… y las personas ensandecidas…
Siente miedo, pánico… no logra entender lo que hablan… apagón… colapso… tropiezan unos con los otros, algunos se enojan, dicen malas palabras, otros lloran… Piensa en volver a su departamento… quince pisos para subir… sin luz, sin agua… poca comida en casa… Se acuerda del auto…en la prisa del viernes para descansar lo había dejado estacionado en frente al predio… se apura, por suerte sigue allá… aprieta en las manos el llavero con todas las llaves… del departamento,   de la oficina donde trabaja, y entre ellas, la de su coche… abre la puerta y entra… gira la llave, funciona… fijase en el nivel de combustible… poco menos de medio tanque… Cierra las ventanillas… el vidrio oscuro impide que la vean, da la partida y arranca lo más rápido que puede… al llegar a la salida de la ciudad se da cuenta que no sabe para dónde ir… por las calles sigue la misma película de terror con la gente desesperada, enloquecida, amenazadora…El miedo la domina y pisa más fuerte en el acelerador… y es cuando empieza a rezar, a pedir a Dios, a aquel Dios de su catecismo de niña, que no permita que ella atropelle a alguien, que la ayude a desviar de tantos desesperados y a aguantar a su propio desespero…
Así, como si estuviera en trance, llega a la ruta que une ciudades y países, y que, de la misma forma, está caótica… coches y camiones parados, personas caminando por la vereda, llorando, intentando parar los pocos autos que cruzan…
Reza en voz alta, grita por el Dios de su niñez… y le viene a cabeza una imagen tranquila, animales en el pasto, una represa, una zanja, una vertiente de agua adentro de una mata nativa… ¿Hace cuánto tiempo que no pensaba en este paraíso? La pequeña hacienda de sus abuelos, donde había pasado días muy felices cerca de la naturaleza…
Ahora ya tiene un destino… acelera, y reza y llora… Mira al punterito del combustible… ¿Será suficiente para llegar hasta ahí? No le importa, este es su destino y solamente esto le interesa…
La tarde cae, el sol se acerca de la línea del horizonte cuando ella avista la casa con sus árboles frutales alrededor… El paraíso perdido en los sótanos de su infancia… el caminito de tierra a ella le parece una pista de carrera, y acelera lo que puede… el combustible está en las últimas reservas, ya hace bastante que el marcador le dice…
En la elevación que falta para llegar al patio barrido y lleno de gallinas, el motor falla… el coche para a pocos metros de la casa… sudor y lágrimas escurren de su rostro… los perros ladran… por tras de la casa aparece la imagen encorvada del viejo Juan… un poco más encorvado que antes, pero el mismo Juan que la llevaba a pescar, que la ayudaba a cosechar frutas silvestres, a montar en caballos…
Al mirar a los ojos a aquel viejo, le faltan las fuerzas, cae en sus brazos como si hubiera encontrado el ángel que le puede abrir las puertas del paraíso…
No sabe cuánto tiempo estuvo sin sentidos, al volver escucha al viejo Juan en una alabanza a Dios por haber permitido que su niñita llegara, que se salvara del caos ocasionados por esa falla en los modernismos… En las manos del viejo, una taza de leche tibia que es todo lo que María desea en este momento para recuperar las fuerzas e intentar ordenar las ideas…

   

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