LEJANÍAS
Laura está en su silla delante de la ventana. A través de los cristales
mira el horizonte, sus pensamientos se pierden en las lejanías ya vividas.
Vuelve a sus tiempos de niñez donde jugaba con los hermanos, los primos
y otros compañeritos vecinos. Tiempos en que todavía no se había dado cuenta de
su condición de nena que un día se iba a volver mujer, esposa, madre… No, en
estos días primaverales de su vida jugaba con todos
y a nadie le importaba de que jugaban… a las muñecas, al
escondite, al fútbol… todo eran juegos que servían para hacerlos felices y
ellos eran solamente chicos pobres buscando ser felices.
Después, en la adolescencia, las hormonas hablan alto, siente deseos que
mucho no entiende… los varones ya no tienen esa inocencia de antes… algo les
pasa, ¡aunque nadie le explique qué les pasa a todos ellos!
El primer novio… el embarazo… sentir una criatura adentro suyo pateando
como si jugara al fútbol… las responsabilidades de un nene llorón, que mama, y
llora, y hace caquita, y llora, y mama, y todo otra vez…Pero que
hermoso es, con su carita de ángel y manitos que se agarran a sus manos, a su
senos, a cualquier cosa que alcance agarrarse como naufrago buscando seguridad…
Laura esposa, Laura madre, siendo muchas a pesar de ser una solamente…
La vida siguiendo su curso, lenta, inexorable... y a la vez ligera, no le
permitiendo vivir, disfrutar, compartir… El tiempo se va y ya no vuelve…
Su nene crece, se vuelve adulto, ya no la necesita como antes… tiene sus
amigos, su familia, sus cosas… sus hijos…
Laura abuela… rayo de sol a alumbrar sus días grises… pero este sol ya
no es suyo… no lo puede retener… la soledad…
Laura sola, solamente Laura… su silla, su ventana, el horizonte a
través de los vidrios…
Las lejanías que sus pasos caminaron caben todas
en esa ventana… la que sirve para mirar afuera y la que sirve para
mirar adentro… Aquella que la deja ver el paisaje largo de sus días jóvenes, la
otra que se acorta cuando la vida le pedía demasiado, y la de hoy, que se
achica cada día más, porque sus pasos ahora están como atados a esa silla,
a esa ventana, a ese cuerpo encorvado…
Las lejanías existen tal vez para que uno pueda recorrerlas una y otra
vez, y cuando el cuerpo ya no puede hacerlo, la mente sigue haciéndolo hasta
que la memoria se gaste como suela de zapato tras mucho
caminar.
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